Este monumento data de mediados del siglo XVI. Su estado actual de conservación es pésimo, aunque mantiene una hermosa portada plateresca de granito, adornada con diversos motivos y lecturas, y un bello claustro con arquerías de doble planta.
En la población, todo el mundo reconoce este lugar como “Convento de las monjas”, dado que así se hacía alusión a sus moradoras, con las que las gentes del pueblo tenían una estrecha amistad.
Su origen se remonta a una aparición mariana al párroco Francisco Fernández Valdivieso, a comienzos del siglo XVI. Según cuentan, la Virgen, sobre un peral, ordenó al sacerdote que en aquel lugar se levantara un Convento de la Orden de la Inmaculada Concepción. Las obras comenzaron en 1546 y terminaron en 1585.
Pero, al parecer, éste no es el único misterio que rodea la existencia de dicho Convento, pues dicen que a principios del siglo XX hubo en él una monja que al morir estuvo sudando durante tres días seguidos.
De esta misma hermana se cuenta que tras quince años enterrada, al sacar sus restos, se descubrió imprimada sobre su cráneo una cruz.
El Arzobispo de Toledo explicó esta situación como la no pérdida de la gracia bautismal por parte de la hermana Sor María.
Durante la contienda civil del 36, el convento fue expoliado y semiderruido, pasando sus moradoras y parte de sus enseres al Convento sito en Cabeza del Buey, sirviendo tambien durante un tiempo de carcel para los presos rojos.
En la actualidad, este edificio suscita un enorme interés ecológico debido a que sus torreones sirven de base y soporte a los numerosos nidos de una gran colonia de cigüeñas, asentadas aquí desde hace ya algunos años. Del mismo modo, los interiores del convento también sirven de refugio a cernícalos y palomas.
A continuación os dejo unas fotografias para que veais el estado actual de esta maravilla.
